Por: Elssie Juliette Mejía – Email: emejia@cci.com.do
Oficial de Cumplimiento CCI Puesto de Bolsa, S.A.
25 de noviembre de 2020
La función de «Cumplimiento» o el Compliance (por su denominación en inglés) ha venido transformándose a través del tiempo incidiendo en la planificación, táctica y cultura de las empresas. Resulta enriquecedor e interesante analizar las novedades que esta función ha traído a las empresas, independientemente del sector económico desde el cual lo abordemos. En sus principios, el término «Cumplimiento» hacía referencia estrictamente a las opciones de hacer u omitir las disposiciones impuestas por las leyes e instrumentos vinculantes en cuestión. Sin embargo, este pensamiento que catalogaba al Cumplimiento dentro de una práctica un tanto binaria, ha cambiado de forma drástica al incorporarse, como parte intrínseca de la función, los controles internos o externos que inciden directamente en la gestión de riesgos de la empresa; su reputación, su gobernanza corporativa y las obligaciones de colaboración en temas relacionados a la corrupción, el fraude, el tráfico de influencias y demás delitos comunes en cualquier tipo de empresa.
Las exigencias de un mercado en constante innovación, mezclado con generaciones que han crecido con una mayor conciencia en cuanto a la forma justa y correcta de hacer negocios, pero sobretodo, la importancia de la transparencia dentro de la trayectoria empresarial o personal de los sujetos que dinamizan los mercados, ha resultado en el nacimiento de una cultura empresarial basada en la ética y las buenas prácticas. Asimismo y sumándose a esta ola de «gestión preventiva», han dado respuesta los gobiernos y organismos internacionales al incluir el Compliance, ya sea de manera explícita o tácita, dentro de la mayoría de sus nuevos proyectos de ley, manuales, consultas, políticas, guías, sentencias, acuerdos, etc. Las guías de la OCDE (» Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) son un perfecto ejemplo de como el cumplimiento normativo rige los lineamientos y recomendaciones en distintas materias del quehacer financiero.
En efecto, el Compliance, tal y como un pavo real, ha mostrado sus enormes alas y matices, el «real cumplimiento» con todas sus ramas y derivados, poniendo a nuestra disposición una palestra de soluciones extremadamente útiles, efectivas y a la medida, entregándonos así herramientas que no sabíamos que necesitábamos, y de las que ahora no nos queremos desprender. Todos queremos mostrar a nuestro sector nuestros códigos internos, todos estamos enfocados en que las cosas se hagan bien -o por lo menos parezca que así es-, todos queremos que nuestra empresa sea percibida como un ejemplo de pulcritud y adaptación a la que pretendan emular. ¡Y esto es muy bueno! ¿Cuál otra función nos motivó a ser «la mejor versión de nosotros mismos»? ¿Anteriormente, qué gerencia buscaba con ímpetu contratar a una persona para que supervise su empresa y apunte sus fallas y mejoras? Es mucho mejor poder aprender sin los errores. El Cumplimiento ha traído ante nosotros la oportunidad de ofrecer confianza verdadera, buenos negocios sin el sin número de tabúes que había creado el engaño sistemático de los 90s e inicios del nuevo milenio y sobre todo, la posibilidad de reinventarse año tras año, gestión tras gestión, sin tener que esperar a que las fallas o los incumplimientos perjudiquen nuestros balances o peor aún, nuestra imagen y futuro.
Dicho de otro modo, el Cumplimiento evolucionó de ejercer un trabajo «policial» post-infracción, a convertirse en uno de los centros neurálgicos del buen funcionamiento empresarial, la responsabilidad ética del negocio, la rendición de cuentas, la optimización de procesos y las relaciones con terceros y contrapartes. Sin duda alguna, el órgano de cumplimiento se ha convertido en uno de los socios estratégicos más preponderantes y necesarios dentro de las sociedades comerciales del Siglo XXI.